
En la Boutique de Palermo, un poco caro y con una edición que reprime todo remordimiento de conciencia monetaria, puede conseguirse Crímenes ejemplares, de Max Aub, un autor francés que escribió buena parte de su obra en México, en español, y del que sabía muy poco y solo conocía un textito de este libro que anda circulando por internet (creo que se llama Hablaba y hablaba y hablaba...). El texto, a grandes líneas, presenta confesiones de homicidas, suicidas y antropófagos, reales (según dice el autor en el prólogo) y recogidas en España, México y Francia, aunque no tomadas de sumarios, sino con la ayuda poco ortodoxa (pero, aparentemente, muy efectiva) de algún hongo mexicano. Muy grato leerlo, por varios motivos. En principio y evidentemente, el morbo. Morbo gourmet, podría decir, porque la selección de textos me pareció maravillosa. Es, además, por su formato antológico, uno de esos libros que te llevás para leer en el colectivo o tomar prueba. Pero lo más interesante de leerlo creo que fue una pregunta que me dejaron picando varios de los textos: ¿Cómo fue que me contuve? ¿Qué es eso que hace que automáticamente suprimas las ganas, o que no lo consideres una posibilidad? Ni se me había ocurrido pensarlo antes de leerlo y me hizo revisar todo lo que creía que ya había entendido de Foucault, a través de la carne propia ajena. Me pegó por ese lado y me gustó.
Algunos textos:
Lo maté porque estaba seguro de que nadie me veía.
Se suicida uno por cualquier cosa.
¿Ustedes no han tenido nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.
Lo maté porque, en vez de comer, rumiaba.
¡Que se declare en huelga ahora!
Mató a su hermanita la noche de reyes para que todos los juguetes fueran para ella.
Me la devolvió rota, señor, y me dio una penada... Y se lo había advertido. Y me la quería pagar, la muy... Eso, solo con la vida.
Algunos textos:
Lo maté porque estaba seguro de que nadie me veía.
Se suicida uno por cualquier cosa.
¿Ustedes no han tenido nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.
Lo maté porque, en vez de comer, rumiaba.
¡Que se declare en huelga ahora!
Mató a su hermanita la noche de reyes para que todos los juguetes fueran para ella.
Me la devolvió rota, señor, y me dio una penada... Y se lo había advertido. Y me la quería pagar, la muy... Eso, solo con la vida.

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