lunes, 2 de febrero de 2009

Loco afán, de Pedro Lemebel


Este libro lo leí cursando una de mis materias preferidas, y dentro de todos esos libros que tanto me gustaron este fue el que más más. Por eso quería compartirlo.
El género, crónica. Literaria. Y algo más que no sé, hay que leerlo, la narración es como una savia que se te va metiendo en el cuerpo. Es terrible. Pero imposible de dejar una vez que empezaste. Confieso, me daban ganas de leer en voz alta y, lo que no me pasa nunca, no podía leer los finales sin llorar. Pero no era un llanto de emoción ni de tristeza. Era raro. De eso se trata justamente. Y no digo más.
Acá pueden encontrar algo: http://lemebel.blogspot.com/
Buenas noches.

Sils

4 comentarios:

  1. Uyyy, ¡qué tema! ¿Por qué llora uno con los libros?

    Yo me recuerdo llorando al final de Mme. Bovary, exactamente cuando lo cerré. Muy impresionada por lo que había hecho ese autor. Recuerdo que estaba dando Teoría Literaria en el Nacional Buenos Aires y pensaba que era fácil aplicar categorías de análisis a los textos "modernos" pero que era un desafío en serio con el realismo. Y que todo lo que había escuchado sobre el narrador omnisciente del siglo XIX era un pelotudez frente a ese relato. En general, me pasa que cuando una obra me parece GRANDE, es decir, que tiene implicancias de muy diverso tipo en mi sensibilidad, el excedente se me va en aguas de los ojos, como si tuviera que dejar fluir un poco. Siempre tengo, en ese momento, la sensación de que si pudiera aguantarme de llorar podría entender algo más, que en esas lágrimas se me va algo que no voy a poder volver a sentir y pensar.

    Para contradecir esa sensación, otra vez que lloré fue mientras trabajaba sobre Operación masacre. (Estuve un año dedicándole a este relato, horario de oficina riguroso para ella, y el resto del tiempo, mientras estaba en la oficina del laburo "oficial", no me la despegaba de la cabeza y miraba todo el tiempo y el espacio en el que estábamos metidos, contado por esa voz. Como a los siete meses, como si lo tuviera a Walsh al lado, así, un tipo que tenía cosas para enseñarme y se me sentaba al lado y me explicaba y... me lloré todo.) (¡¿Qué distinto?! Y sí, tengo un llanto ecléctico.) Y a las razones anteriores, tengo que sumarle, entonces, la imposibilidad de dimensionar la falta de gratuidad del arte, su función, función, función, el compromiso que demandaba leer.

    Yo le llamo "llorar de belleza" pero es como una bolsa grande de gatos sentimentales de diversa laya y color.

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  2. Yo de chiquita no leía. Un día le dije a mi mamá que me diera un libro que no fuera a olvidar (12 años), y por esos tiempos, en el club de barrio al que pertenecía, estaba haciendo un trabajo muy copado sobre el holocausto. Para unir mis dos intereses, me dio "En nombre de todos los míos" de Martín Gray... Es la historia basada en hechos reales más cruenta que... fue para mi, aprender que todo te puede llevar a la locura, fue aprender a entender a la gente de otra forma y fueron lárgrimas (tanto que aún hoy me faltan las últimas 70 hojas del libro, invito a los valientes a terminar mi labor)...tanto dolor tan real...
    A veces, creo yo, es bueno saber olvidar y saber dejar ir... no, olvidar como diría mi abuela "por pendejos [inserte aquí calificativo despectivo arcaico]". Nuestras mentes son sabias y si hay algo que olvidar, que sea olvidado, todo vuelve en otras formas y colores y según la buena voluntad del sol y la luna (o en un encuentro con Cortázar)

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  3. una vez, en Teoría Literaria leímos un pequeño artículo de Piglia, "Literatura y porvenir", sobre cómo narrar el horror, el límite desde el límite. Y los comentarios y los textos de Lemebel también, me hicieron pensar en lo que escribe Piglia ahí. Dice: "Hay un punto extremo, un lugar-digamos- al que parece imposible acercarse con el lenguaje. Como si el lenguaje tuviera un borde, como si el lenguaje fuera un territorio con una frontera, después de la cual está el silencio. ¿Cómo narrar el horror? ¡Cómo transmitir el horror y no sólo informar sobre él?".
    Y pone el ejemplo de la Carta a Vicky de Walsh. Lo cita: "anoche tuve una pesadilla torrencial en la que había una columna de fuego, poderosa, pero contenida en sus límites que brotaba de alguna profundidad (...)Hoy en el tren un hombre decía 'Sufro mucho, quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año'. Hablaba por él pero también por mí".
    Hay un desplazamiento. También hacia el lector, supongo que, como dice Vero, "llora de belleza" (me encantó esa expresión!).

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  4. el llanto con los libros...

    recuerdo que lloré con "mi planta de naranja lima", lo leí durante mi adolescencia. después me pregunté por qué había llorado tanto y lo volví a leer alrededor de los veinte, volví a llorar. creo que a más de diez años es un buen momento para volver a él y ver qué pasa. alma masoquista la mía.

    lloré con unos poemas inéditos de un amigo.

    con "operación masacre" me pasó eso de una gran tristeza.

    con "el libro del desasosiego", al pasar los días me pregunté por mi estado, ese andar deprimida sin saber el motivo hasta que vienen las letras y sabemos.

    y la semana pasada, releyendo gelman...

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